5 Agosto 2012, 08:36 AM
Montreal es, sin dudas, una de las ciudades más frías entre las grandes aglomeraciones del planeta.
La mayor urbe de habla francesa de Canadá, con casi cuatro millones de habitantes (la mitad de todos los que viven en la provincia de Québec), pasa bajo la nieve habitualmente desde fines de noviembre hasta abril.
Según las estadísticas, entre 1971 y el 2000 la temperatura media fue de sólo 6,2 grados Celsius. El mes más frío resultó enero, con un promedio de 10,2 grados bajo cero, y el más cálido julio, con una media de apenas 20,9 grados.
Cuando a esto se agrega el temido viento polar que a veces sopla en la zona, el cual hace temblar a los más curtidos montrealeses, uno se explica por qué hay en esta ciudad tantos pasajes subterráneos, por los que se puede ir de compras, pasear o desplazarse a otro punto del centro urbano.
En efecto, en lugares de Montreal como el sector de la estación central de ferrocarril o entre las estaciones de metro de Place des Arts y Place dâ€ÖArms, el peatón se encuentra en un dédalo de pasillos repletos de tiendas, cines, mercados, restaurantes y teatros y muchos otros establecimientos.
En realidad se trata de una ciudad bajo la ciudad, conectada al sistema de metro, por la que uno puede aventurarse sin temor a las ventiscas o la nieve. En estos sectores Montreal sigue viviendo y trabajando bajo tierra.
La segunda urbe canadiense después de Toronto está situada en un archipiélago en el extremo sur del río San Lorenzo, esa anchurosa vía fluvial que conecta a los Grandes Lagos con el océano Atlántico.
La ciudad ocupa la isla principal y los islotes de Bizard, Soeurs, Sainte-Hélÿne y Notre-Dame, para cubrir una superficie de cuatro mil 360 kilómetros cuadrados si se tienen en cuenta los lejanos suburbios en ambas orillas de la caudalosa vía acuática.
Cuando el explorador bretón Jacques Cartier llegó a esta zona en el siglo XVI encontró una aldea que los indios llamaban Hochalaga, junto a una colina que el navegante bautizó como Mont Royal, de 234 metros de altura, desde la cual se domina hoy el moderno corazón de la urbe.
Ese nombre, que se mantiene hasta hoy, sirvió un siglo después para bautizar la villa fundada por los europeos como Montreal, en lugar del nombre inicial de Ville Marie.
La colonia, que los conquistadores galos nombraron Nueva Francia, se mantuvo sólo hasta 1760, fecha en que las tropas comandadas por el marqués de Vaudreuil se vieron obligadas a rendirse ante el ejército británico.
Pero paradójicamente este no fue el fin de la presencia francesa en la zona, pues la inmigración gala prosiguió durante siglos. Gracias al control de la mayoría de los asientos en el parlamento de Québec los descendientes de franceses han logrado no sólo convertir el idioma francés en lengua oficial provincial, sino también en una de las lenguas oficiales de todo Canadá.
Como principal aglomeración quebecquense, Montreal es el lugar donde el francés impera en todo su esplendor: en la publicidad, las señales de tránsito, los nombres de los edificios... En fin, absolutamente en todo lo que se muestra escrito, como establece la ley.
En cuánto a qué se habla en la calle, pues bien, el idioma inglés (12,5 por ciento) parece relegado al oeste del bulevard Saint Laurent, que divide la isla en dos, pues hacia el este, el norte y el sur lo que se escucha por doquier es el francés en su variante local.
La ciudad también fue logrando notoriedad desde el siglo pasado gracias a eventos de gran alcance, tales como la Expo Universal Montreal-1967 y las Olímpiadas de 1976, y es sede cada año de un importante festival de cine y otro de jazz, así como de publicitados eventos deportivos.
Con un moderno sistema de transporte público, la limpieza de sus calles, sus bien engrasados mecanismos para limpiar la nieve y las ardillas que pululan por parques y jardines, la ciudad presenta al visitante una cara amable.
Pero al mismo tiempo no se puede olvidar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ubicó como la segunda de peor calidad del aire en todo el país... ÂíQuién lo diría!
A pesar del frío, la nieve y el smog, lo más importante para Montreal sigue siendo la defensa de su identidad en medio de una Norteamérica anglófona prácticamente en su traspatio, pues la frontera de Estados Unidos está a sólo 40 kilómetros de sus Âásuburbios.
*Periodista de la Redacción de Servicios Especiales
www.realidadesdepedernales.com Fuente: Almomento.net
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