Por David Ramírez Sánchez.
Hace un par de semanas una amiga me confesó cuanto le gustaría conocer los bellos
paisajes y playas que tiene Barahona, pero temía hacerlo porque, según
ella, la provincia era una zona
peligrosa, arropada por la delincuencia. Esta confesión salió a relucir en el
momento en que leía un periódico vespertino donde el periodista Teuddy Sánchez reportaba
varios asaltos a manos armadas y robos de motores en la ciudad.
Siendo sincero, debo
admitir que sus palabras hirieron mi
sensibilidad debido al amor profundo y
entrañable que siento por la tierra que me vio nacer. Pero la percepción que
tiene mi amiga (y tal vez muchas personas),
es que los barahoneros viven indefensos y a merced de la delincuencia,
tal vez más que otras provincias del país.
Las palabras de mi amiga me dañaron el día en un
minuto, me llenaron de gran tristeza y
rabia a la vez.
Sentí tristeza porque hay muchísima verdad en casi todo lo
que piensa sobre el problema de la delincuencia en Barahona. Esto se debe a que
no pasa un día de la semana sin que no nos enteremos de uno o varios asaltos a
manos armadas, robos de motores a infelices motoconchistas o penetración
a viviendas y comercios (incluyendo heladerías).
Es que la delincuencia en Barahona ha llegado a unos niveles
jamás imaginables; ya no respetan escuelas ni templos religiosos.
En el primero se roban la planta eléctrica, computadoras, pupitres y hasta los
pizarrones, dejando a muchos estudiantes sin recibir el pan de la enseñanza. En
el segundo, los delincuentes cargan con los instrumentos musicales, el sistema
eléctrico y las ofrendas de los
feligreses.
Sentí rabia con las palabras de mi amiga porque, aunque sabemos que la delincuencia es un problema social cuyas causas las
originan las desigualdades y fallos estructurales de nuestra sociedad, tampoco
podemos negar que este mal se les ha ido
de las manos a las autoridades locales. ¿Qué hacer frente a este problema?
Sabemos que la policía de
Barahona carece de personal y equipos, pero también no es menos cierto
que tenemos leyes blandas, jueces muy benévolos con los delincuentes y otro
problema menos abordado; los barahoneros
estamos enarbolando una bandera en solitario frente a una delincuencia que gana
cada día más espacio.
El éxito para combatir este mal en la provincia de
Barahona está (considero yo en estos
momentos), en la integración. Los
barahoneros no están unidos, debemos
empoderarnos y levantarnos en una sola voz con el propósito de llamar la atención de las
autoridades locales como la Gobernación, los
Cabildos, el Gobierno central y, por que no, hasta a los legisladores de nuestra provincia que elegimos para que
trabajen y resuelvan nuestros problemas o necesidades desde Congreso.
Los barahoneros no deben seguir manteniéndose de brazos
cruzados ante una delincuencia cada vez
más atrevida, necesitamos de nuestra parte para ponerle un alto a esta situación que está afectando,
no solo el turismo local, sino que está
dañando y cambiado la imagen de la provincia.
¡Basta! Si debemos levantarnos unidos para solicitar le al
gobierno el traslado de todo el personal (sin excepción) de la regional Sur de
la policía, hagámoslo.
Si tenemos que salir a protestar pacíficamente a las
calles para que la policía local tenga todas las herramientas necesarias para
combatir la delincuencia, (personal, equipos, tecnología, etc.), hagámoslo.
Si tenemos que acudir al Congreso y solicitarle, no sólo a
nuestros legisladores locales, sino a todos los legisladores, mayor presupuesto para la Policía Nacional y
leyes menos garantistas para los
delincuentes, hagámoslo.
Fortalecer la seguridad ciudadana y garantizar el orden
público en Barahona y del todo el país es lo más importante.
Si eso puede ayudar, no hay peor diligencia que la que no se
hace.
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