De un tiempo acá, en las calles dominicanas aparecen deambulando más personas
dementes que lo que solía serlo antes.
No sabemos cómo explicar el fenómeno, pero son ahora más visibles aquellos
desequilibrados mentales que caminan por el centro de concurridas avenidas,
encima de muros divisorios o en parques y otros lugares públicos, por lo general
semidesnudos o desnudos.
Andan aparentemente ajenos a la realidad de la que hace tiempo esquivaron,
pero no dejan de ser, en muchos casos, un peligro, pues al actuar sin control y
sin consciencia pueden provocar accidentes automovilísticos o agredir a otros, a
más de atemorizar al resto con su propia apariencia de gente fuera de
control.
Por el estado de demencia en que se encuentran habría que preguntar si esas
personas estuvieron en el hospital psiquiátrico del kilómetro 28 de la autopista
Duarte, o si en realidad son ciudadanos abandonados y desprotegidos por sus
propias familias y amistades, razón por la cual andan errantes en las calles
capitalinas.
Este es un problema y, en adición, un drama penoso. En la medida en que
aumenta el número de estos dementes errantes, más crece la sensación de que han
sido abandonados hasta por el Estado mismo, que en este caso debería ser más
presto a ofrecer algún tipo de cuidado.
En otros países funcionan casas de acogida para alimentarlos, asearlos y
darles el cariño que no reciben de otros, ni siquiera de sus familiares, siempre
y cuando se trate de personas cuyos padecimientos mentales sean manejables por
parte de expertos y terapeutas.
Pero si son de atar, entonces lo correcto es que el Estado los recoja y los
ingrese en el hospital psiquiátrico, para que el lamentable cuadro que ofrecen a
diario en las calles sea subsanado por el bien de ellos mismos... y de los
demás.
www.realidadesdepedernales.com Tomado del listindiario.com.do
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