Por CÁNDIDA FIGUEREO=
El hombre sabio
disfruta de un entorno muy desigual conforme
al área geográfica donde le haya tocado nacer, sin opción de elección porque ese destino está
en función del lugar donde se encuentren sus progenitores, y de
aspectos diversos que le permiten actuar civilizadamente asumiendo lo mejor de todo lo bueno que encuentra a su
paso.
La humanización
del hombre y de la mujer en el escenario que les haya tocado desarrollarse está
en sus inicios vinculado al núcleo familiar, al tipo de crianza, a la sujeción de
costumbres, normas y leyes aplicadas sin
privilegios ni abusos.
En los países
más pobres del mundo, igual que en los más desarrollados, abundan las personas
abrazadas a la humanización. Entre esos
pueblos hay un terruño llamado República Dominicana donde abunda el hombre y la mujer afables y
de buenas costumbres.
Los hay también,
lamentablemente, que andan haciendo y deshaciendo sin importar a quien se
lleven por delante, quitando vidas por chucherías y hasta violando ancianas,
entre otras diabluras.
Lo anterior en
una especie de euforia por tener dinero a como de lugar, jamás bien
ganado con el sudor de su frente como
dice la Biblia en Génesis: Todo daño o
maldad expresa, no importa la característica, no es bueno.
El hombre, pese
a los avances en distintos renglones que
contribuyen a lo que se llama civilización, siguen cometiendo yerros como si se estuviese en las cavernas más
horripilantes.
Abundan los
hijos que se substraen de los buenos ejemplos de sus padres o madres y terminan
queriendo arrollar a todo el que le pasa por delante. A contrapelo de éstos
abundan los que son muy buenos, ejemplos
de la sociedad, criados buena parte de
ellos solo por sus madres con mucho
trabajo y sudor.
Hacer lo mal
hecho tarde que temprano termina mal. Transitar el camino correcto tal vez no te
llene de lauros, pero te respetarán. Y
quizás sin decírtelo, te admirarán.
En estos tiempos
convulsos es oportuno hacer énfasis en la humanización de los hijos, de los
compañeros, de los hermanos y hasta de los vecinos. Poner los pies sobre la tierra
en el sentido de la importancia de la humildad, recordar que todo lo que sube
baja y que lo más importante es cómo le recuerden. Con amor y paz es lo mejor.
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