“Panamá será
el lugar, y el escenario de la VII
Cumbre, el momento ideal para que el resto de
las naciones y pueblos del hemisferio, incluso, del resto del mundo, puedan
tomar el pulso al verdadero alcance y seriedad del proceso entre Cuba y los
Estados Unidos, y confirmar, como es nuestra opinión, que constituye una
oportunidad única, que no debe ser desaprovechada.” Miguel Mejía, secretario general.
Santo Domingo, R.D.- Se
espera que un clima más saludable, reposado y responsable sea el que predomine
en la VII Cumbre de las Américas que se inicia mañana en Panamá.
Hay
razones para creer que será un evento trascendental y una oportunidad histórica
para afianzar el multilateralismo en la esfera de las relaciones
interamericanas, desterrando los rezagos de épocas imperialistas y de la
nefasta Guerra Fría que enlutaron a todos los pueblos de la región. Se espera,
en resumen, que las 35 naciones allí representadas estén a la altura de los
nuevos tiempos, y que sus líderes sean capaces de demostrar, con buena
voluntad, inteligencia y sentido histórico, que estamos a las puertas de une
época mejor.
A
la Cumbre se llega tras varios meses desde el momento en que los gobiernos de
Cuba y Estados Unidos anunciaron a la opinión pública internacional que
iniciaban un proceso de restablecimiento y normalización de las relaciones,
tras un largo período de tensiones que llevaron al mundo al borde del
holocausto nuclear, en octubre de 1962, y que ha mantenido a la isla bloqueada
y acosada por la hostilidad de diez administraciones norteamericanas. Las
declaraciones de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, del pasado 17 de
diciembre, representaron el inicio de un deshielo saludado por todo el mundo,
en primer lugar, por sus pueblos respectivos. Se espera que en Panamá se
empiecen a cosechar los primeros frutos tangibles del mismo.
Por
supuesto que queda un largo trecho por delante, pero se han dado ya los
primeros pasos, que suelen ser los más difíciles.
Obama
debe retirar el nombre de Cuba de la lista de los países que apoyan el
terrorismo; consensuar las legislaciones que comiencen a desmontar el bloqueo
genocida contra Cuba; mostrar buena voluntad en el tema de la devolución de la
base naval de Guantánamo al pueblo cubano, su legítimo dueño, y abrir un
proceso de cooperación, inversiones y comercio bilateral sobre la base del
respeto mutuo. Es sumamente importante que el
gobierno norteamericano, a través de su máximo representante, se comprometa a
aceptar el respeto al ordenamiento jurídico de Cuba, a la soberanía y la libre
determinación de su pueblo.
Raúl
Castro, por su lado, debe facilitar las
medidas internas que permitan un intercambio económico, educacional, cultural e
informativo de su pueblo con el resto de las naciones del mundo; abrir la
economía nacional a nuevas inversiones y áreas de cooperación de beneficio
mutuo; facilitar la integración plena de Cuba a los mecanismos de cooperación
interamericanos, y estar dispuesto a negociar sobre temas hasta ayer vedados,
como son el acceso pleno de los cubanos a Internet y las nuevas tecnologías de
la información, el intercambio y actualización de normas en materia de derechos
humanos, y la restauración de una amplia gama de libertades que fueron
postergadas o limitadas en medio del acoso norteamericano y las amenazas de
invasión y desestabilización.
Panamá
será el lugar, y el escenario de la VII
Cumbre el momento ideal para que el resto de las
naciones y pueblos del hemisferio, incluso, del resto del mundo, puedan tomar
el pulso al verdadero alcance y seriedad de este proceso entre Cuba y los
Estados Unidos, y confirmar, como es nuestra opinión, que constituye una
oportunidad única, que no será desaprovechada.
En
el caso de Venezuela, se llega a la VII
Cumbre de Las Américas con la alentadora noticia de que el consejero de
Seguridad Nacional del gobierno de los Estados Unidos ha rectificado y aclarado
el texto del decreto presidencial que la proclamaba como “… una amenaza a la seguridad nacional
de los Estados Unidos”.
Al
respecto, el funcionario norteamericano Noam Chomsky acaba de declarar, en
entrevista concedida a Ignacio Ramonet, que la forma y el lenguaje de dicha
declaración, son una muestra de la mentalidad desfasada de los funcionarios de
su país, la que requiere invocar tales condenas, como “formalidad absurda y
retórica obsoleta, de la que se puede prescindir, y que no significan nada”,
con tal de que se aprueben medidas que son consideradas de interés nacional.
Ante el respaldo unánime de los pueblos y
gobiernos iberoamericanos y caribeños a Venezuela, y como señal de los nuevos
tiempos, y la nueva correlación geopolítica de fuerzas, a escala mundial, esta
oportuna rectificación alejará las crispaciones en los debates y permitirá
avanzar en temas verdaderamente significativos, como el de la lucha contra la
pobreza y la inequidad, el desarrollo sostenible, la democratización del
comercio y los flujos migratorios, y la seguridad hemisférica en la lucha
contra el narcotráfico, el terrorismo, los desastres naturales y el tráfico
ilícito de personas.
Con
renovado optimismo y esperanza, los pueblos latinoamericanos y caribeños tienen
los ojos puestos en Panamá, tanto como el propio pueblo dominicano, que estará
dignamente representado en la cita por nuestro presidente, el licenciado Danilo
Medina Sánchez.
Hay
razones para esperar de esta VII Cumbre de las Américas un renacer del ideal de
fraternidad, cooperación, paz, democracia, justicia social, solidaridad y
prosperidad para todos que nos anima desde los tiempos gloriosos de nuestras
guerras de independencia.
Hagamos
votos porque así sea.
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