Por: Rubén Moreta
Al margen de nuestro ordenamiento constitucional y
procesal penal, la Policía Nacional ha instaurado la pena de muerte,
acribillando a siete mil hombres en los últimos 15 años en desacreditados
intercambios de disparos.
Penosamente muchos dominicanos/as –de todos los
estratos sociales- celebran este método de exterminio civil. En el país las ejecuciones extrajudiciales de
supuestos delincuentes son un frenesí genocida que impunemente se da a los ojos de todos, y que los liberales
aplauden; los conservadores patrocinan; los izquierdistas vitorean; los
“hombres de sotana” glorifican; los periodistas ovacionan; los ricos estimulan;
los “pequeños burgueses” encomian; la escuela se hace indiferente; las
universidades miran para otro lado; los abogados….se quedan mudos.
Solo lloran las madres. Las progenitoras son las únicas que siempre
sufren la partida violenta e indeseada de un hijo salido a pujos de su vientre.
La pena capital extralegal impuesta por la policía
solo castiga a los estereotipados delincuentes pobres de los barrios y campos
del país. A los delincuentes ricos –que
los hay a montones y son los peores- los protege un sedoso y benigno código
legal, más la complicidad social y la indiferencia de los grandes medios de
comunicación (periódicos, televisión y radio), incluyendo las redes digitales.
La Policía Nacional patrocina esta inverosímil danza sangrienta
que nos retrotrae a la caverna y que retrata la distancia de esta república
caribeña de tener un “Estado social, democrático y de derecho”.
El cuerpo “de orden” justifica cada matanza de un
supuesto ladrón de barrio aduciendo que se trató de “un intercambio de disparos”. Nadie investiga esas muertes. Con la fórmula 37 (Tres tiros en el pecho y
siete pies debajo de la tierra) aplicada por la Policía se cierra el expediente.
Y unas horas después los policías siguen
cazando rateros para seguir matándolos y
lograr una pretendida “limpieza social”.
Intentando hacer esa “limpieza social” ya suman siete
mil los “supuestos” delincuentes enviados a las frías losas de los camposantos,
por los disparos asesinos de la Policía.
Conste que esos crímenes, más bien genocidio, se han
perpetrado no en dictadura, sino bajo gobiernos liberales (PLD, PRD).
El cuerpo “de orden” justifica cada matanza de un
supuesto ladrón de barrio aduciendo que se trató de “un intercambio de disparos”. Nadie investiga esas muertes. Con la fórmula 37 (Tres tiros en el pecho y
siete pies debajo de la tierra) aplicada por la Policía se cierra el expediente.
Y unas horas después los policías siguen
cazando rateros para seguir matándolos y
lograr una pretendida “limpieza social”.
El autor es Profesor UASD.